“Es cierto que mi forma es muy extraña,
pero culparme por ello es culpar a Dios;
si yo pudiese crearme a mí mismo de nuevo
procuraría no fallar en complacerte.
Si yo pudiese alcanzar de polo a polo
o abarcar el océano con mis brazos,
pediría que se me midiese por mi alma,
La mente es la medida del hombre”.
Estos versos fueron escritos a cuatro manos. Uno de sus autores fue Isaac Watts, un relativamente celebre poeta y predicador inglés, el otro es nuestro protagonista de esta historia, Joseph Merrick. Quizás ese nombre no os diga nada, pero ¿y si hablamos de El Hombre Elefante? Posiblemente os suene más.
¿Quién fue Joseph Merrick?
Joseph Merrick nació en Leicester (Inglaterra) en 1862, en plena época victoriana, y murió en Londres solo 28 años después (en 1890). Su breve vida transcurrió de circo en circo, dónde era exhibido como fenómeno de feria bajo el sugerente apodo de “El Hombre Elefante”. La razón de ese nombre era debido a una enfermedad deformante que le confería un aspecto ciertamente impactante.
Síndrome de Proteus o elefantismo
Hablar del Hombre elefante es hablar posiblemente del caso más extremo conocido del síndrome de Proteus, enfermedad que se conoce popularmente como elefantismo. Hasta ahora se han documentado menos de 200 casos en todo el mundo.
El síndrome de Proteus es una enfermedad rara que se caracteriza por el sobrecrecimiento de la piel y huesos del enfermo. Eso provoca que algunas partes del enfermo crezcan de forma desproporcionado y grandes tumores aparezcan por el cuerpo deformándolo y dándole un aspecto que recuerda lejanamente al de un elefante.
La vida del Hombre Elefante
Nadie tardo mucho tiempo en darse cuenta de que Joseph Merrick no iba a ser una persona normal. Al año y medio su enfermedad ya daba los primeros síntomas. Con apenas cuatro años empezaron a formarse grandes bultos en la cabeza del joven Joseph, al tiempo que sus extremidades se deformaban. A los 12 sus malformaciones eran más que evidentes.
La deformidad de su cuerpo no solo hacía que el pequeño Joseph tuviese problemas para moverse con soltura, sino que pronto el resto de niños le fueron dejando de lado. Su madre, los libros y sus ganas de aprender se convirtieron en su mayor apoyo, lo que por otra parte le convirtió en un niño muy dependiente y de una gran sensibilidad. La muerte de su madre supuso un verdadero mazazo.
El padre de Joseph se casó con una viuda que tenía dos hijos. Demasiada gente en casa para una familia humilde. La enfermedad de Joseph empeoraba cada vez más, pero su madrastra se empeñó en que dejase los estudios y empezara a trabajar en una fábrica de tabaco, de la que fue despedido cuando su enfermedad le incapacitó. De una vida familiar relativamente feliz, pasó a un verdadero infierno dónde madrasta y hermanastros le maltrataban ante la indiferencia de su padre.
El padre de Joseph quiso entonces que su hijo se dedicase a la venta ambulante y le compró un carrito dónde vender mercería. Pero el aspecto de Joseph atemorizaba a cualquier posible cliente, y encima en la cara le había crecido un enorme tumor parecido a una trompa de elefante, lo que le valió el apodo de El Hombre Elefante. Ante las continuas palizas que recibía en casa por no vender nada, Joseph decidió escaparse definitivamente cuando tenía 15 años.
Vagando por las calles, nuestro protagonista fue recogido por su tío Charles, que le acogió. Pero la familia de su tío también era humilde y Joseph decidió continuar su camino para no resultar una carga. Se enroló en una Workshop donde los pobres recibían comida y cama a cambio de su trabajo. Las condiciones de vida eran muy difíciles por el durísimo trabajo que tenía que hacer y las vejaciones a las que le sometían por su aspecto, pero al menos consiguió que le operasen del tumor en forma de trompa que tenía y que le dificultaba el hablar y comer.
Después de la operación decidió no volver a la Workhouse y busco refugio en el único sitio dónde pensó que tendría salida alguien como él: el circo. Escribió a un empresario circense que estuvo encantado de incluirle en su espectáculo. Pronto el increíble Hombre elefante se convirtió en una verdadera atracción que fue que recorrió toda Inglaterra y parte del extranjero.
Fue en una de esas giras durante la que conoció al Dr. Treves, que quedó impresionado con el caso de Joseph y le prometió ayuda. A partir de entonces el Dr. Treves se convirtió en una especie de protector de Joseph. Por desgracia, en el Hospital de Treves no se admitían enfermos incurables, así que Joseph se vio obligado a seguir con su vida en el circo.
Sin embargo, los circos dónde se exhibían personas con deformidades o freaks eran cada vez peor vistos por la sociedad y cuando el ultimo circo dónde trabajaba fue cerrado, Joseph se vio en Bruselas si apenas dinero y sin saber el idioma. En un accidentado viaje en barco consiguió volver a Londres, dónde se reencontró con el Dr. Traves. Apiadándose de Joseph, el Hospital en el que trabajaba el Dr. Traves decidió reunir fondos para poder alojarlo en una de sus habitaciones. El Hospital se convirtió en el hogar de Joseph, y el Dr. Traves pronto descubrió que, a pesar de su grotesco aspecto, el Hombre Elefante era particularmente educado, inteligente y sensible. Esto hizo que varias personalidades de la época se interesasen por su caso y frecuentasen su compañía, hasta la mismísima princesa de Gales le visitó en más de una ocasión.
Al menos en la última parte de su vida se puede decir que Joseph Merrick, El Hombre Elefante, fue feliz. Murió desnucado en su cama a los 27 años.
Revisando el mito
El mito del hombre elefante no hizo sino acrecentarse tras su muerte, protagonizando todo tipo de estudios, libros e incluso películas. Para explicar sus malformaciones los estudiosos señalaron varias hipótesis como la de la elefantiasis; en cambio, estudios genéticos apuntaron al Síndrome de Proteus combinado con neurofibromatosis. Tras la muerte de El Hombre Elefante su esqueleto se llevó al Royal London Hospital, donde aún se conserva. Su dramática vida, con algunos cambios, fue llevada al cine nada más y nada menos que por el cineasta David Lynch.
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